El COVID-19 ha sacudido, con la fuerza del mayor de los tsunamis, al mundo como lo conocíamos hasta ahora. Ha marcado un antes y un después en nuestra vida, en nuestros hábitos e incluso en nuestras creencias.

Hay quienes han descubierto nuevos talentos y también quienes por primera vez han hecho la compra por internet. En concreto un 11,5% del total de los compradores online de ese periodo, según el estudio sobre el impacto de la pandemia en el eCommerce español, impulsado por la consultora de investigación nPeople.

Otro estudio llevado a cabo por la consultora Nielsen confirma que durante el confinamiento las compras online han llegado a un millón de hogares, con un crecimiento del 86%.

Si a todo esto le sumamos el aumento de la oferta, con la proliferación de nuevos ecommerce surgidos en los últimos meses, el miedo a los rebrotes de la enfermedad y a la comodidad de la experiencia online, el resultado es un cambio en la tendencia de consumo, que hace que muchos hogares adopten definitivamente el canal online como una opción de compra recurrente.

Esta nueva situación crea nuevas oportunidades para muchos sectores, como el logístico, desbordado por el aumento de entregas que tiene que afrontar. También nuevos retos, como la necesidad de encontrar solución al problema de la última milla: el proceso final de entrega del pedido que tiene una tienda online.